Julio Rospir es un cantautor madrileño que vive en Puente de Vallecas desde hace ya 9 años “por casualidad”. Vivía en Coslada y se tenía que trasladar. Miró por varias zonas y se quedó en Vallecas.
Promociona ahora su segundo disco: “De molinos y gigantes”, publicado hace un año, ya disponible en digital y en tiendas. Con su primer trabajo: “En la ciudad de nadie”, tuvo mucho éxito, por lo que en esta oportunidad la intención a consolidar su carrera musical.
Conciertos, giras y presentaciones, Julio está allí donde puede promocionarse. Quienes deseen conocerle también lo pueden encontrar en Facebook, Twitter y Youtube.
- En tus letras hablas de la cuesta de los 40 ¿La has notado?
- Me sentó peor cumplir los treinta, los cuarenta en verdad me han sentado muy bien. En lo musical tengo mejor la voz porque me cuido más o me perjudico menos, escribo mejor y compongo de un modo más maduro y profesional. En lo personal, aunque sufro fuertes cambios de humor, puedo decir que tengo las cosas claras, me he hecho fuerte. Ya no soporto cerca gente que no aporta nada, huyo de los fanfarrones y los vampiros. Prefiero estar con las personas que quiero y me necesitan o que aportan cosas positivas.
- ¿En qué cambió tu vida? ¿Hay un antes y un después de esa edad?
- Tengo más responsabilidades, una hija de casi cinco años y un hijo de cinco meses. Hace diez años la vida era una cuesta abajo de vértigo y de improvisaciones. Este año cumplo cuarenta y dos, antes apenas paraba en casa, me lo pasé muy bien pero no todo eran risas. Hubo momentos duros.
- Tras un año desde el disco “De molinos y gigantes” ¿qué valoración haces del disco?
- Si te refieres al tema de las ventas, con cuentagotas, en los conciertos siempre hay alguien que te compra alguno, en los conciertos que di en Fnac también vino gente a que se los firmara, me los piden a domicilio de vez en cuando por correo electrónico… Va despacio, pero al final el disco es una carta de presentación. Lo importante es que la gente venga a los conciertos. Y en youtube también se va escuchando más.
- ¿Planes de futuro?
- Con el tiempo he aprendido que lo mejor es no hacer tantos planes y currar mucho. Los planes casi siempre sirven para no cumplirlos porque no dependen sólo de ti y luego vienen los golpes y los bajones. Mi único plan es componer y esforzarme para que la última canción sea la mejor que he escrito, aunque probablemente esa canción no llegue o no exista y seguramente todos los autores de canciones mueran persiguiéndola sin haberla encontrado, pero en eso consiste el oficio. Tengo unas treinta canciones nuevas que me gustan y sufro pensando en la escabechina que voy a tener que hacer a la hora de seleccionar para el próximo disco que va a producir otra vez Juan Carlos Nieto Zambrano en su estudio de Leganés “La casa del reloj”.
- ¿Qué ha cambiado respecto al primer disco “En la ciudad de nadie?
- Pues creo que la perspectiva. “En la ciudad de nadie” lo escribí en un momento de agitación, en el que cerraba una etapa y me lanzaba al vacío a ver qué pasaba. Las once canciones giran en torno a ese sentimiento. En cambio, “De molinos y gigantes” está escrito en un momento en el que se abría una etapa muy definida. Antes de “En la ciudad de nadie” yo había grabado dos maquetas como Julio Malayerba con otro tipo de canciones, pero no sabía cómo funcionaba la preproducción y la producción artística de un disco. En “De molinos y gigantes” ya sabía en lo que me metía y como había que meterse. El próximo va a ser mejor que estos dos.