Sábado 2 de mayo de 2020, amanecía despejado, apenas unas nubes, no tapaban el sol.
Me desperté temprano, como todas las mañanas, pero hoy me invadía una ilusión ¡Podía salir a dar una vuelta!. Yo no he sido nunca de correr, así que no iba a empezar hoy. Solo era una hora, pero desde que lo anunciaron lo tuve claro, me iba al “cerro gordo”.
Me tomé un café y empecé a recoger la casa, pero enseguida lo dejé, porque si me entretenía podía perder mi hora de salida. Así que me puse unos vaqueros (me apetecía después de casi dos meses en chándal o pijama y al fin y al cabo no iba a hace deporte) y salí rumbo al cerro Almodóvar.
En el camino me di cuenta que muchos mas vecinos tuvieron la misma idea. Era lógico.
Me encontré con mucha gente en el camino y cerca del colegio Ciudad de Valencia se veía bajar y subir un gentío, que más parecía un domingo de jornada electoral que un sábado de desconfinamiento.
El Kilómetro, maravilloso pinar que tenemos a la salida del barrio nos acogió a todos. Gente corriendo, caminando, en bicicleta, con perro,… Algunos con mascarillas y guantes, otros no…
Casi sin aliento conseguí llegar hasta la cima del cerro, donde también había un montón de personas haciendo deporte.
Me he dejado sorprender nuevamente por este enclave, que gracias a las lluvias de estos días atrás, luce un verde intenso y salvaje y desde donde se ve un Madrid sin boina de contaminación, algo que un tiempo atrás parecía que era imposible de conseguir.
Me senté unos minutos y emprendí mi particular desescalada, para cumplir con la hora y dejar paso al siguiente grupo de edad.
He podido observar, por lo menos en el rato que he estado, que las distancias se han guardado debidamente y, que a pesar de ser tantos, no tenías porque cruzarte con otras personas, respetando así el espacio vital de cada uno, que ahora se antoja un poco más amplio.