Los distritos de Puente de Vallecas, Salamanca, Tetuán, Chamberí, Moncloa-Aravaca, Moratalaz y Ciudad Lineal cerraron octubre con las peores tasas de contagios de Madrid capital. Nuestro vecino Puente de Vallecas fue el tercer peor distrito, con 473 casos por cada 100.000 habitantes. Así no nos extraña que estén confinadas las zonas de salud de Entrevías (498), Peña Prieta (523), El Pozo del Tío Raimundo (764), Alcalá de Guadaira (571), Rafael Alberti (466) y Numancia (403). Esto es peor que una guerra, y sin bombas. Es cierto que los políticos podrían hacerlo mejor más, es cierto que los recursos podrían ser más, es cierto que las cosas se deberían hacer diferentes y es cierto que, a toro pasado, es muy fácil decir cómo lo hubiésemos hecho nosotros, pero… ¿Realmente qué hemos hecho nosotros? Cuando vemos que 200 jóvenes hacen una fiesta rave en el Cerro Almodóvar, decenas de personas se encierran toda la noche en un local de copas o cientos de familiares se van de boda, bautizo o comunión, nos invade la duda. ¿Nosotros, qué estamos aportando? De siempre, las sociedades hemos tenido la capacidad de cambiar el rumbo cuando sabemos que no nos conducen por el camino correcto, actuamos por conciencia individual o colectiva, y reivindicamos, insistimos y lo logramos. Sin ir muy lejos, los sanitarios del Hospital Infanta Leonor no se han quedado solamente en la atención a los pacientes afectados por este enemigo invisible, y se han puesto manos a la obra. Con sus propias herramientas han elaborado un modelo predictivo de mortalidad por COVID-19. A partir de datos de una muestra de casi 2.000 pacientes ingresados en este hospital, incluyeron nueve variables basadas en información clínica y analítica, y designaron una puntuación que se correlaciona con el riesgo de fallecimiento de una forma muy fiable. La metodología ha sido compleja, pero efectiva. Hicieron un “calculadora” extrapolable a otros centros. Ellos, están haciendo cosas. Ya son 39 millones los contagiados en todo el mundo, con Estados Unidos a la cabeza.
Estudios recientes confirman que nos estamos contagiando en fiestas, comidas y reuniones familiares, eso quiere decir que visitar a nuestro primo que acaba de ser padre o celebrar el cumpleaños de la abuela en Cuenca puede suponer un foco importante de infección o simplemente resultar mortal. El 45% de los casos positivos de mediados de julio ya tenían origen en el ámbito familiar. Hoy, Sanidad confirma que los rebrotes en el ámbito social concentran un 32,4% de los casos y un 32,6% de los focos, entre ellos los asociados al ocio nocturno. Es verdad, la mascarilla es incómoda, empaña las gafas y al cabo del rato resulta molesta, pero… ¿Qué preferimos: usar mascarillas, que nos vuelven a confinar completamente o morir? La primera, sin duda, es la respuesta sensata. Quienes cumplieron años en marzo o abril aplazaron sus reuniones, ¿por qué no pueden hacerlo los que cumplan años en las próximas semanas? No celebrarlo este año puede ser la diferencia entre seguir celebrándolo por mucho tiempo, o no celebrarlo más nunca. Lamentablemente, en este momento las reuniones familiares o de amigos no son seguras. Pero es una etapa, no será así “toda la vida”. Y si por alguna razón de “fuerza mayor” no podemos aplazar las reuniones, por favor, hagámoslo solo con la cantidad de personas autorizadas, preferiblemente en estancias ventiladas, espacios abiertos, al aire libre y siempre, siempre, con la mascarilla puesta. Evitemos saludar con abrazos y besos, aunque la emoción por ver a la otra persona sea inmensa. Esto pasará, no nos desesperemos. Sanitarios, investigadores, científicos, maestros y hasta los políticos están aportando para encontrar la solución, con mayor o menor acierto. Pero mientras tanto, nosotros también tenemos que poner de nuestra parte. A partir de ahora, y hasta que llegue la solución, cada vez que salgamos de casa, preguntémonos: “Y hoy ¿yo qué aporto?”.