Entre las novedades editoriales de este verano destaca El litigio de los dioses (Editorial Verbum), una novela del médico anestesiólogo Juan Manuel Morales Chávez, que sumerge al lector en las profundidades del ejercicio de la medicina, explorando facetas que van más allá de la esfera científica, ofreciéndole, además, una mirada reveladora sobre la soledad, la responsabilidad y las preocupaciones más humanas que enfrentan los galenos en su práctica diaria.
Esta novela destaca no sólo por su temática, sino porque desde que fue publicada y presentada en la Feria del Libro de Madrid, ha tenido una gran acogida entre el público y la crítica.
Amena y profunda, ningún lector queda indiferente porque, “más que una novela sobre médicos, es una novela sobre los conflictos humanos, sobre los cambios sociales y su impacto en la cotidianidad, y sobre la utopía de no tener que encararnos con nosotros mismos”, explica Morales Chávez, con quien a continuación nos adentramos en la trama.
¿El título es una manera de exaltar el lugar en el que se posicionan los galenos?
El título está en concordancia con la novela. El ejercicio de la medicina está ligado a tener una autoestima alta, lo que es fundamental en esta profesión. Esta característica, junto con la vocación de servicio y la enorme responsabilidad que tiene un médico a la hora de tratar a un paciente, son factores importantes que lo estimulan a mantenerse estudiando, leyendo, informándose. La medicina, más que una profesión, es una condición de vida. No sólo se trata del ejercicio médico, sino de hacerlo en ambientes tan peculiares como pueden serlo un quirófano, una Unidad de Cuidados Intensivos o una urgencia hospitalaria, por ejemplo. En esas circunstancias, la relación entre los médicos puede ser muy particular y, sin duda, eso es algo que está muy presente en esta novela. Por otra parte, debo señalar algo importante, y es la portada del libro, que fue una acuarela especialmente pintada para la novela por la cirujana pediatra Nieves Sanz, lo que, junto al título, constituye un guiño al lector.
La trama involucra una cirugía plástica fallida. ¿Considera que la medicina estética está cobrando auge?
Vivimos cambios respecto a determinados temas que han influido en el ejercicio médico y, al mismo tiempo, han puesto a los profesionales de la salud en la disyuntiva de dar respuestas a esas necesidades. Sin los avances médicos, muy probablemente muchas discusiones que hoy día se dan, no serían posibles. Hay que destacar no solo el rol de la cirugía plástica o la anestesiología, sino también el de otras especialidades como la endocrinología, la psiquiatría, la ginecobstetricia, en fin. Todo el mundo médico, de alguna manera, ha tenido que ponerse en consonancia con los tiempos que vivimos. Esos cambios tienen que ver con la lucha contra la vejez, contra la ancianidad, contra los años que pasan, contra el ocaso que llega. Es querer torcer las leyes de la naturaleza. La medicina ha recibido una gran presión y ha tenido que dar respuesta a esos requerimientos.
¿Y como recurso literario?
Un personaje que se va a someter a una cirugía plástica puede resultar muy rico literariamente desde el de punto vista psicológico, emocional, incluso físico. Son muchas las cosas que uno puede sacar de un personaje como este. Además, el hecho de que se presente una complicación en una paciente que se estaba sometiendo a una cirugía estética, como es el caso de la novela, permite escribir mucho alrededor de las implicaciones que un suceso como este tiene para la paciente, para sus familiares y para todo el equipo médico, y más aún si se trata de una paciente aparentemente sana. Esos son elementos importantes a la hora de desarrollar la historia. La intervención quirúrgica fue escogida de manera deliberada para enriquecer la ficción narrativa.
¿Y la anestesiología?
Respecto a la anestesiología, El litigio de los dioses se torna muy interesante porque uno de sus personajes principales es un anestesista, quien, junto a un cirujano plástico, son los protagonistas de la novela, lo que le permite al lector acceder a un ambiente que muchas veces es desconocido incluso para quienes trabajan dentro de un hospital. El trabajo de un anestesista es anónimo, solitario, diría incluso que rodeado de un aire de misterio.
Como anestesiólogo en servicio, ¿parte de su novela son anécdotas o experiencias reales?
Los personajes y las situaciones que se presentan en la novela son ficticios. Por supuesto, después de tener más de treinta años de ejercicio, muchas anécdotas, frases, escenas, han sido recreadas en la novela. Hay algo en lo que siempre insisto, y es que hay que saber observar, porque un detalle, una frase, una palabra, es la puerta a una historia escondida, a un secreto o a una verdad no revelada. Los detalles nos pueden deparar grandes sorpresas.
¿Contiene su novela una parte autobiográfica?
Claro que sí. Hay varias escenas que corresponden a mi época de estudiante de medicina y posteriormente a lo que ha sido mi ejercicio médico. Me he emocionado al escribir ciertos capítulos, porque son escenas que uno veía de joven y no era consciente de la importancia de lo que sucedía, y es con el paso de los años que uno valora lo observado en toda su magnitud. Un capítulo autobiográfico es, por ejemplo, el de “Los pregoneros”: a medida que lo escribía, volvía a mi época de estudiante. Igual me pasó cuando describí la revista médica. Esas narraciones han sido un homenaje a mis profesores de medicina, a aquellos pacientes que de alguna manera han marcado mi vida con el transcurso de los años.
¿Cuáles cree que son los principales desafíos que encuentra un médico hoy en día?
Los desafíos son muchos: el principal es mantenerse actualizado con toda la información, los descubrimientos y los avances científicos que se suceden a una velocidad vertiginosa. Por otra parte, estos progresos llevan a nuevas situaciones y realidades médicas a las que hay hacer frente. Hay que estar a la altura de unas circunstancias que cambian con rapidez debido a los avances tecnológicos, farmacológicos y de nuevas técnicas y procedimientos.
¿Por qué cree que se le concede ese sitial de reverencia a un médico destacado, cosa que no sucede en otras profesiones?
Nada se agradece más que el alivio de una dolencia, de un malestar. Para el paciente que le han curado una enfermedad, le han aliviado un padecimiento, el médico que lo ha logrado es como un ser reverencial. Rescatar de las manos de la muerte a una persona es un hecho producto del conocimiento científico; sin embargo, a ese acontecimiento, hay quien le da un carácter místico. No hay nada más valioso que la vida humana: preservarla, cuidarla, fomentarla y hacerla lo menos dolorosa posible. Por eso creo que los médicos gozan de prestigio en la población en general.
Uno de los temas que aborda es la migración. ¿Se nutre de experiencias reales?
Hay conflictos en diferentes partes del mundo que están originando grandes movimientos poblacionales. Lo estamos viendo en Europa, en el Medio Oriente o en África. En América Latina está el caso venezolano, que es llamativo, donde las cifras hablan de ocho millones de migrantes, una cifra que se dice fácil, que se dice rápido, pero no lo es. Yo soy uno de esos ocho millones de venezolanos. Yo soy un migrante. Cada migrante es una historia personal, familiar, social, económica. El litigio de los dioses recoge aspectos de la migración y los recoge porque este es uno de los grandes temas de la literatura contemporánea, que sin duda aparecerá con frecuencia en la literatura venezolana como expresión de la marca que dejará la diáspora en la sociedad venezolana. Los personajes principales de la novela son migrantes y esa condición es un factor importante a la hora de definir el perfil de cada uno. No es lo mismo quien emigra a los veinte años, que quien lo hace a los cuarenta o a los sesenta años. No es lo mismo quien viene de ser una celebridad en su país para llegar a una sociedad donde nadie lo conoce. Son circunstancias totalmente distintas que marcan a las personas.
¿En qué se diferencia El litigio de los dioses de sus novelas anteriores?
Es totalmente diferente a las dos novelas anteriores. Es distinta en su forma y en su contenido. La obra transcurre durante un encuentro de dos viejos amigos, médicos, que se reúnen para almorzar en la azotea del Círculo de Bellas Artes de Madrid, lo que permite que a lo largo de esa conversación se intercalen diferentes temas de actualidad. Es una narración más lograda donde he disfrutado de la actividad creativa, de las historias y de los giros en la trama. El suspenso y el misterio resultan más efectivos.
¿Cómo surgió la idea de escribir este libro?
Fue inicialmente un relato ambientado en el gremio médico, preámbulo de lo que hoy es la novela. La idea surgió por tener unos cuantos años en el ejercicio anestésico, algunos en Venezuela y la mayoría aquí en España. Es importante que haya trabajado en diferentes hospitales, y por cuestiones circunstanciales, lo he hecho con médicos de distintas nacionalidades. Eso, sin duda, ha sido muy enriquecedor y me permitió crear la historia, madurarla y definir a cada uno de los personajes. De allí surgió la idea de escribir sobre un ambiente que conozco bien: el quirófano. El litigio de los dioses es la confluencia de mis dos grandes pasiones: la medicina y la literatura.
¿El objetivo es entretener o hay algún otro mensaje implícito en la obra?
La literatura, más que un entretenimiento, es la posibilidad de adentrarse en historias a las que no sería posible acceder de no ser por la ficción. Escribir es una oportunidad de apreciar a las personas, sus gestos, sus actitudes, sus palabras, de observar determinadas situaciones, analizarlas, madurarlas mentalmente y luego escribirlas para ofrecérselas al lector como una forma de interpretar la realidad. Escribir es la posibilidad de sumergirnos en las profundidades de mundos y vidas diferentes, es un descubrir constante, es una búsqueda permanente.