Tirso de Molina fue uno de los grandes genios de las letras españolas del Siglo de Oro. Ingresó en el monasterio de la Merced en Madrid para ser posteriormente comendador en gran número de conventos mercedarios y misionero la isla Santo Domingo. No descuidó la lectura ni la producción teatral, pero por su gran desarrollo literario fue acusado por la Junta de Reformación de escribir comedias profanas y de malos incentivos. Tras el proceso se alejó de la corte en Sevilla abandonando, poco a poco, las comedias y textos profanos y falleciendo en 1648.
De las cuatrocientas obras que escribió nos han llegado sesenta, entre ellas “El burlador de Sevilla” base del futuro Don Juan literario y, en relación con nuestro barrio, este “La villana de Vallecas”. Satíricas, y divertidas siempre fueron grandes éxitos en aquel Madrid barroco de comedias teatrales. De diálogos versátiles e ingeniosos, comicidad, mensaje moral y mucho amor, presentaban comedias de enredo y confusión.
Asomados a una de aquellas corralas del s.XVII, nos reciben encantados los organizadores. Entramos en la platea, donde sienta el público. Al frente, en el tablado, reposa el escenario bajo las poleas de tramoya. El telón se descorre y entre bambalinas el reparto se prepara. Mas ahora silencio… Empieza la obra, escuchemos a: “La villana de Vallecas”
Arganda, Valencia, noche, don Vicente y su criado Luzón aparecen en escena. Visitan a su hermana Violante para que fie al caballero sus pérdidas en el juego. En el hogar ella no está, pero si una carta donde anuncia ha sido deshonrada… y hasta encontrar restituida su honra, con el casamiento del ladrón de su virtud, en un convento es cobijada. Una carta de su puño y letra acusa a don Gabriel, caballero bribón, de Flandes llegado.
Don Vicente crea una trama y dice al bueno de Luzón:
– Don Juan de Aragón adora a mi hermana, y es de suerte, de casarse en secreto con ella presto, ya que en ella ha puesto los ojos cierto bellaco. Partiré luego a Castilla en busca deste tirano, que a sus pies mi honor humilla y si negase la mano de quien se atrevió faltar, vengaré la afrenta, vive Dios.
Siguiente escena, Posada de Arganda, el caballero don Pedro y su criado Agudo descansan, vienen de México, son indianos, él está prometido a una dama de nombre Serafina, hija de don Gómez y hermana de don Juan de Aragón, aquel a quien quiere acudir don Vicente.
Llegan a la taberna don Gabriel de Herrera, el malhechor y su criado Aguado.
Tras la cena, embriague de cerveza y vino, don Pedro y don Gabriel amigan, beben, hablan y ríen. De amores, teatro y bravatas charlan en su yantar, hasta llegar al ebrio dormir, que conllevan tales noches.
Más ¡Oh destino cruel ¡Confunden sus maletas en el partir! Gabriel, de pasado misterioso, al descubrir los papeles intachables de don Pedro, no duda en suplantarle:
– Don Pedro seré a partir de ahora, no lo olvides, criado.
Y todos, por separado, marchan a Madrid.
En una calle de Vallecas Doña Violante disfrazada de labradora para lograr sus fines, anuncia:
– En fin, soy Villana de Vallecas, trasformada en panadera. Mudada de vida… ¡En Madrid he de vender pan!
En nueva escena, Violante sigue los pasos de Gabriel, hasta casa de Blas, labrador de Vallecas.
Don Pedro mientras, se despacha con su criado Agudo por perder sus maletas:
–¡Que no te dé mil estocadas, perro! –
– Era de noche, y mucha la bebida. – justifica el criado.
Don Pedro desespera ¿Cómo demostrará que es Don Pedro de Mendoza para casar con Serafina? ¿Y de quien es la maleta? De don Gabriel, descubren, y al abrir el equipaje papeles de viaje de Valencia y un retrato de Violante con soneto dedicado a ella. Dice que a Madrid va, a la corte viene huido desde Flandes, algo allá le ha sucedido.
Y trae credenciales: Sus hazañas y servicios son muchos, más a un capitán tudesco mató en duelo de aceros e implora el perdón de su Majestad. Don Pedro cavila y determina:
– Pues mientras la confusión duré y no tenga más papeles que los presentes, don Gabriel de Herrera he de ser, en busca que mi verdadera identidad sirva para mi matrimonio.
Doña Violante lo oye todo: – El que destroza ingrato mi honor, aquí don Gabriel se llama y allá don Pedro de Mendoza ¿Don Gabriel de Herrera es el que ha postrado a sus pies mi honor? A la Corte se encaminan ambos caballeros, allí he de partir. Y una vez allí yo haré que admire la corte: La villana de Vallecas.
El telón desciende, clama la platea, y se entiende, nadie patea. Pero la conclusión, de este enredo sin remisión, toca esperar un mes, para aumentar vuestro interés.