La pandemia nos cambió hasta la forma de divertirnos. El entretenimiento ya no es igual y nuestra forma de aproximarnos a la cultura tampoco. Para ahondar más en este asunto, hemos conversado con Álex Ojeda, CEO de Culturia Innovación Social (@culturia.es), experto en gestión cultural y participación ciudadana.
¿Cómo se vivió la cultura durante el confinamiento?
El sector cultural se convirtió en un tabla de salvación para muchos. Su actuación a través de las pantallas hizo que la vida en cuarentena tuviera alternativas de entretenimiento. Pero esa vitalidad que observamos en las redes, vino acompañada por un desplome de la actividad presencial, que ha hecho que decenas de mies de funciones se suspendieran, millones de entradas dejaran de venderse y miles de familias vieran detenidos sus medios naturales de producción. El decreto de alarma paralizó la cultura a la usanza tradicional. Y aunque la solidaridad de los artistas fue espectacular, a nivel económico ha sido una verdadera catástrofe para el sector, algo sin precedentes en España, que seguramente está llevando a la ruina a infinidad de iniciativas.
¿Cuáles son los pro y los contra de las propuestas culturales digitales?
Las agendas culturales en línea presentan un espacio importante de oportunidades para los creadores. Al no tener los límites del espacio físico, las audiencias de determinadas acciones se pueden multiplicar al sumar públicos de territorios alejados. Igualmente, las posibilidades de colaboración y debate entre artistas y/o gestores también se enriquece, pues las redes de contacto virtuales no conocen de fronteras. Permite un cierto ejercicio incluso de democratización del quehacer cultural, al poner a disposición de todos, una parte importante de la producción artística. No obstante, al no haber hábito en el pago de determinados servicios en línea, hay que avanzar en que se entienda que el consumo de contenidos artísticos en línea puede y debe tener un precio, y también unas calidades y condiciones mínimas. En este sentido, el audiovisual lleva un amplio camino andado, a través de plataformas como Netflix, HBO o Filmin por ejemplo.
¿Cuáles son los retos de las industrias culturales tanto para sobrevivir económicamente como para satisfacer la demanda cultural con las restricciones sanitarias?
Lo primero, gestionar la incertidumbre: A penas estamos comprendiendo el alcance de esta nueva dinámica. Ante un contexto errático, las entidades culturales tendrán que contar con un alto nivel de flexibilidad y de adaptación a las circunstancias volátiles de los próximos tiempos.
Posiblemente, será momento de reinventarse y apostar por nuevos modelos de negocio, que permitan aprovechar al máximo los aforos reducidos, actividades en línea, actividades experienciales para grupos muy acotados, el desarrollo de propuestas que tengan como nuevo escenario el hogar, promociones relacionadas con el pago de alternativas de disfrute a futuro, entre otras. Esto será acompañado por el reto de monetizar la innovación realizada.
También será importante crear una nueva relación con las audiencias. La gestión del miedo y la confianza del público será vital en los próximos meses. El uso de herramientas de estudio y análisis de la Big data, la aplicación de algoritmos y la utilización de herramientas digitales podría combinarse con prácticas participativas para generar nuevos nexos entre creadores y público.
Otro desafío es el de vivir entre dos mundos, el virtual y el presencial. Si bien es muy difícil sustituir el nivel de actividad de lo presencial, es muy posible que las diversas disciplinas deban adaptar su producción para que la misma pueda ser disfrutada cada vez con mayor calidad y proximidad a través de las redes.
Y finalmente un reto, y a la vez consejo, será la creación de sinergias para disminuir costos, favorecer el intercambio de habilidades para consolidar nuevos proyectos e incrementar el impacto de las acciones realizadas, debería ser un lugar común en el porvenir.
¿Qué podemos hacer los usuarios para contribuir al mantenimiento de la cultura en estos momentos?
Comencemos con el mundo virtual. Aquí es importante que nosotros -como consumidores-, entendamos el costo de producir una acción cultural y por lo tanto, el valor de poder reproducirla en internet. Comprender y habituarnos a pagar por estos servicios en internet sería muy importante. Lo siguiente, es tratar de perder el miedo y acudir, con todas las precauciones del caso a los escenarios una vez que reabran. Igual que hemos llenado las terrazas, deberíamos reencontrarnos con las grandes pantallas o con las tablas y hacerlo de forma segura, pero contundente. También es recomendable estar abiertos a la experimentación, ya que se vienen nuevas modalidades de acercarnos al arte, fruto de esta necesidad de reinvención que ha surgido del confinamiento. Probarlas y difundirlas será vital para las industrias culturales. Y finalmente, apoyar al sector, hacerse eco de sus reclamos justos y de las solicitudes de mayor atención por parte de las Administraciones Públicas. La solidaridad y la presión serán necesarias para que se satisfagan las demandas de apoyo.