Hoja: simple, sin dientes ni lóbulo. Flor: Corola cuyo opérculo se desprende cuando sus órganos sexuales se disponen a recibir insectos. Corteza: caduca. Se desprende en bandas verticales.
Los eucaliptos forman parte de la familia de las Mirtáceas que, en tiempos remotos, fueron probablemente una rama de las Rosáceas. La mayoría de las Mirtáceas tienen hojas simples, sin dientes ni lóbulos, que se forman por pares, opuestas la una a la otra. A menudo, su limbo presenta pequeñas manchas translúcidas visibles a contraluz. El eucalipto es la única planta cuya flor tiene la corola transformada en un opérculo que se desprende cuando los órganos sexuales están dispuestos para recibir a los insectos, a los que proveen abundantemente de néctar.
Los eucaliptos tienen etapas muy definidas en el crecimiento bianual de sus hojas. Las hojas juveniles son redondeadas, las adultas largas y estrechas como las del sauce. Unas y otras acostumbran a ser grisáceas con una capa cérea, cuando menos en su fase juvenil. En su interior se encuentra un aceite aromático, una sustancia oleaginosa de característico olor que tiene múltiples usos. Sus hojas provocan que, a su alrededor no crezca a penas vegetación.
La corteza de la mayor parte de los eucaliptos es caduca, desprendiéndose en largas bandas verticales que confieren al árbol un carácter particular. Puede tomar todas las coloraciones, pero siempre es como una piel, se descama o se rasga en delgadas capas. El eucalipto se suele emplear para la reforestación, pues su crecimiento es muy rápido. Su celulosa es muy utilizada para hacer papel, por lo que muchos se plantan con este objetivo.