En el año 218 a.C. dos legiones romanas desembarcan en la península Ibérica. Cortan las líneas de suministro de Cartago. La Segunda Guerra Púnica: Roma y Cartago por el dominio del Mediterráneo. Comienza la invasión de Hispania. El Imperio Romano se asienta.
Dos siglos de lucha contra iberos, celtiberos, lusitanos y cántabros. Tras ello una culturización completa de una Hispania que dará grandes pensadores (Séneca) y buenos emperadores (Trajano, Adriano y Teodosio)
La cultura greco-romana en la península asentó sus bases culturales. Ciudades entramadas por calzadas unieron todo el Imperio y como parte de todo ello… Vallecas.
Entre el Cerro de la Gavia y el Almodóvar, pasando por Torrepedrosa se han encontrado pruebas del paso romano: objetos que abren todo un universo de posibilidades para un viaje en el tiempo. Considerando que cualquier avance siempre comenzaba con el asiento de un campamento militar…
Visitemos ese momento inicial y pretérito en estas inmediaciones vallecanas
Un tribuno del senado romano cabalga por la zona, alrededor, los cerros de Pingarrón y Marañosa. Penacho bermejo al viento, casco de bronce, escudo a la grupa, coraza de bronce…. Frena en seco la cabalgadura, recoge su yelmo, seca su frente, mira al horizonte. Tramo llano, rodeado de atalayas tierra árida, elevada, es perfecta. Desmonta, clava una estaca en el centro con cinta roja, marca el perímetro en la tierra, monta su caballo y cabalga al encuentro de la legión.
Los miles de sandalias al unísono marcan el potencial bélico que reflejan diez cohortes. Al frente el cuerpo de mando a caballo. El coceo de los animales determina que están cansados, atardece, es el momento de acampar. Tras ellos el grueso de la fuerza metálica, escudos a espalda, lanzas al hombro. El convoy de intendencia marcha detrás, grupos de caballería la defienden. Los ojos miran al firmamento piden un descanso.
El tribuno llega a la par de la cabalgadura del prefecto, al mando de la campaña. Y señala al frente:
– Allí entre los cerros.
En el punto donde dejó la estaca, llega el aquilifer, clava el estandarte seguido de los signifer, portadores de los distintivos de las cohortes y marcan el lugar del cuerpo de mando, el praetorium, donde el prefecto y los tribunos reposarán. Los cornicen hacen sonar sus cuernos y el resto del contingente transforma su columna de marcha en perfecta cuadrícula.
El tribuno a cargo de la caballería informa al mando: – Recorreremos los alrededores tras las atalayas.
El resto cavan, pican, la tierra se va abriendo, cuando el foso llega a tres metros de profundidad solo se ven palas expulsando tierra. Se apila la tierra extraída para formar el terraplén cubierto posteriormente de césped.
Después cada soldado busca estacas y clavan encima del terraplén formando empalizada.
– Esto es, en definitiva, lo que no hicieron con Espartaco. – exclama el soldado Pullo.
– Y así les fue…- responde el legionario Voreno.
A medida que la construcción avanza, el centurión manda retirar ciertos manípulos de infantería que levantan tiendas respetando estructura jerárquica y pragmática.
Anochece, se advierten las fogatas del campamento. Regresa la caballería, se nombran las guardias, los legionarios cenan en sus tiendas, después duermen,
Cinco mil quinientos hombres duermen bajo las estrellas cuyo firmamento cubría las tierras íberas.
Un guardia duerme apoyando su mentón en el escudo clavado en suelto. Se le acerca el centurión. Susurra:
– El castigo por dormir en una guardia es ser apaleado, desnudo, hasta la muerte, soldado. Continua tu labor.
– Así lo haré, señor. – Despierta.
La noche pasa, el cornifer toca la corneta. Al primer toque, resurge el prefecto de su tienda, sus auxiliares colocan su coraza, capa, grebas y casco con penacho. Mira a las tiendas de sus lados, los tribunos han salido, ya están vestidos.
– Adelante. –
Todo el campamento es un maremágnum de ruidos y movimiento donde era silencio hacía minutos. Los soldados recogen, atan con cuerdas las telas, preparan sus armas, visten y esperan.
Segunda señal de los cornifer, truena el sonido marcial de viento sobre sus cabezas. Cargan pertenencias y tiendas en mulas y hombros.
Tercera y última señal sonora, los legionarios se colocan en sus marcas, uno junto a otro, miden la distancia con sus brazos.
Primera cohorte en formación, segunda también, tercera…
Los centuriones revisan las tropas. Llevan el temido bastón de mando y castigador, todos irguen pecho y aprietan mandíbula. La caballería toma posición al frente, se oyen relinchos y coceos. El prefecto, barbilla alzada, atisba la fuerza de su legión: – ¡¡En marcha!! –
Resuenan los cornifer de nuevo y el estruendo de las pisadas de los soldados se suceden. Con un espectáculo marcial van abandonando el campamento.
La columna marcial, legionaria, continua su marcha y abandona lo que en un futuro será Vallecas y donde una vez estuvieron… los romanos.