Herrera, del Escorial a Vallecas

Texto e ilustración:  Jorge Chaumel,  Doctor en Historia, cinéfilo empedernido y escritor aficionado

Juan de Herrera fue el máximo exponente arquitectónico del Renacimiento Español, cuyo nombre bautizó al estilo del reinado de Felipe II: el Herreriano. Con experiencia en las armas y la aristocracia floreció en las artes con la construcción, entre otras muchas obras, del Archivo General de Simancas, el  Alcázar de Toledo, la Catedral  de Valladolid, el Palacio Real de Aranjuez y por supuesto: El Real Monasterio San Lorenzo del Escorial. Pero después, sus pasos se encaminaron  a este humilde Vallecas, donde apostó toda su experiencia y talento al servicio de  San Pedro Ad Víncula. Acompañémosle en sus recuerdos y pensamientos cuando se encomendó a este nuevo reto. 

En aquel punto culminante entre el atardecer renacentista y el amanecer barroco, Herrera mira las nubes sobre el valle del río Kas. Observa esas tres naves de mampostería mudéjar, supervivientes de la arquitectura medieval. – Aquí será. – Afirma. – Sobre aquellas piedras un templo mayor – Sus oficiales le siguen, mesa su barba y bigote, aparta su sombrero emplumado y seca su sudor: – Una sola nave, aquí… y aquí las hornacinas laterales, el crucero… y sobre nuestras cabezas: la cúpula, sus pechinas, allí la linterna, y aquí sobre nosotros la bóveda de cañón. – 

Todos le observan y admiran, Juan suspira, si supieran lo que yo sé… piensa:

 – Que fui hijo bastardo de cierto burgués, señor de la casa solariega que, aunque casado con madre, al morir su esposa primera, siempre fui  menospreciado… Nadie me entendía, mientras observaba las vigas y la estructura de la casa. El Señor, el arte y mi alma me enseñaron bien y guiaron mis pasos eficazmente hasta encontrarme en la comitiva del príncipe Felipe, futuro emperador. Disfrutando  los placeres de la corte y  sus viajes por regiones italianas caí absorto ante la belleza artística de los grandes maestros. Aquellos murales, escorzos, colores, proporciones, fui cautivo de la escuela italiana.-

Los recuerdos de las explosiones de la campaña del Piamonte le sobresaltan en sus ensoñaciones. Recuerda entonces su experiencia en el campo de batalla en los mil frentes del Imperio Español. Arcabucero a caballo, olor a pólvora, sequedad en ojos, polvo en  garganta. El fogueo arcabucero rompe el silencio de las trincheras, cabalga en carga, frena en seco y descarga el plomo sobre los piqueros enemigos. Avanza junto al tercio de Ferrante  Gonzaga en la campaña de Flandes y … sobrevive para convertirse en Guardia personal del emperador Carlos V y servidor del príncipe Felipe: – Construirás para nos un monasterio que conmemore nuestra victoria sobre los planos de Juan Bautista de Toledo – le ordenó.

– Recuerdo las órdenes del maestro Bautista, otra proeza para la memoria de mis reyes. El maestro murió y recibí la gloria. –Y después llegaron el Palacio Real de Aranjuez, jardines y belleza, armonía y poesía, la catedral de Valladolid, austeridad y grandeza, y más encargos… Monumentos a la Corona y a la Iglesia

-Jamás pude superarlos, pero una misión modesta como ésta, destinada al pueblo, en el valle del Kas, en amor al señor, al sur de la capital me completa en mi madurez: La Iglesia Parroquial de San Pedro ad Víncula… se llamará. 

– Señor Herrera. – le había dicho el rey Felipe, segundo de dicho nombre. – Nos hemos decidido, ante el acercamiento de la población al Madrid de la Corte, construir un lugar de culto para todas las gentes de bien, en zona  importante en yeseros y panaderos que nos suministran a la Villa de Madrid

Ahora es el momento. Sube al pozo de la plaza, bota en piedra, mano en hierro, y la otra en ademan solemne dirige a su oratorio: los centenares de trabajadores, capataces, oficiales, aguadores, etc; las palabras de inicio de la construcción:

-Aquí viene gente a vivir, en alegre romería y humilde asentamiento.  Madrid crece en amigos, y estos hermanos rezarán en nuestra iglesia. La de ahora no les hace justicia, comencemos a levantar la piedra y Dios mirará hacia Vallecas. 

Extiende los planos sobre la mesa: planta basilical de tres naves con cinco tramos y un presbiterio cuadrado.

Señala el plano: -Aquí habrá una escalinata y aprovecharemos plataforma con pretil exterior. Haremos construcción mixta de ladrillo y mampostería, y zócalo. Portadas y elementos ornamentales en piedra de granito. Seguid las indicaciones de los oficiales, encomendaros al señor y a trabajar.

Años después regresa a aquella plaza. Recoge sus utensilios y levanta el campamento. Amontona los planos, deja el sextante  para más adelante. Entonces mira su obra terminada: San pedro de Advíncula. La fe de la región  tiene su lugar para volar. Eleva la vista, las cigüeñas, recortadas entre las nubes sobrevuelan el templo como lo harán las almas del lugar. El trabajo está hecho.  

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